Silvana Dal Lago: de fabricar prendas en su casa a ser la líder de Sonder

09/03/20
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En Rosario y la región hay mujeres que llegaron a ocupar puestos de liderazgo en grandes compañías o se convirtieron en exitosas empresarias. El caso de Sonder, empresa textil nacional, con sede principal en Rosario

Silvana Dal Lago comenzó a confeccionar prendas a temprana edad, de manera amateur y sin pensar en comercializarlas. Mientras estudiaba la tecnicatura en óptica en la ciudad de Rosario, siempre debió “mantenerse en movimiento” porque en su casa eran cuatro hermanos. “Todos hacíamos algo: tejíamos, hacíamos espejos, revistas y vendíamos”, explicó. Así fue que en el año 89 -cuando hubo una desaparición de las prendas de lycra del mercado- comenzó a fabricar las suyas propias porque las necesitaba para hacer deporte.

En aquel momento muchas marcas extranjeras se retiraron del país, por lo que pronto Silvana comenzó a tener mayor demanda de su entorno cercano. En aquella época, el deporte de aeróbics estaba muy de moda y en las competencias, además de la destreza gimnástica al son de la música, también calificaba la indumentaria.

“Me empezaron a pedir prendas como modista. Con pocos materiales era muy creativa y me fui ganando clientes de boca en boca”, contó la dueña de la empresa textil, que en aquel entonces utilizaba una máquina de coser de su familia y diseñaba prendas exclusivas.

En el año 91, un organizador de eventos le ofreció por primera vez llevar adelante un stand de ropa en un importante evento de aeróbic. Con la ayuda de su marido, cortaron tela y elaboraron muchas prendas. La oportunidad fue un éxito y vendieron todo en el plazo de dos días. Allí, Sonder empieza a dar sus primeros pasos como empresa.

“La gente nos preguntaba dónde conseguir más, así que les tomamos los datos y nos empezamos a tomar el proyecto en serio. Nos registramos como empresa e hicimos una sociedad de hecho”, contó Silvana.
Un año más tarde habían alquilado un local en una galería, con la incorporación de una costurera, mesas de corte y una inversión en dos máquinas de coser industriales. Silvana resalta todo el tiempo su comienzo austero, ya que el local era muy económico y la compra de las máquinas fue “en muchísimas cuotas”.

Cuando registraron la marca pusieron la letra S -la inicial de su nombre- y después buscaron por diccionario alguna palabra que los inspire a imaginar su empresa. Allí apareció el término alemán “Sonder”, que significaba “partido exclusivo, edición especial”. “Era el nombre ideal porque no hacíamos nada en serio, todos eran modelos exclusivos”, explicó.

En aquel entonces Silvana no contaba con garantías y no tenía una propiedad, por lo que mudarse a un local céntrico les costó bastante. La insistencia del dueño del local y su confianza, los motivó a emprenderlo. Desde mediados de los 90 y gracias al boca en boca, el crecimiento fue exponencial.

“Siempre fuimos muy prolijos, desde los procesos y la administración, me ayudaba mi papá y mi hermana vendía”, contó.

Ahora Sonder cuenta con 14 locales exclusivos, 9 propios de la empresa, 6 de franquicias y más de 200 razones sociales de multimarcas en todo el país, con todos los procesos productivos dentro de la empresa. “Se piensa el producto, se corta, se cose, se estampa, se embala, se vende, se despacha”, explica Silvana.

Además, cuentan con 13 gerentes, de los cuales muchos son personas que arrancaron desde el principio junto a Silvana y su marido. En total, son cerca de 150 personas.

¿Hay algún diferencial en la gestión por ser empresa familiar o por el hecho de que sea una mujer quien encabece?

Acá somos muchas mujeres, más que hombres. Primero porque puede haber un perfil en lo textil. Están acostumbrados a que manden las mujeres (risas), no tenemos ese problema. Yo estuve rodeada de hombres desde el primer día porque al mundo "lo manejan los hombres", pero nunca tuve problemas de ser parte del mundo. Si una se planta es difícil que te corran, aunque mi situación es muy distinta porque yo nunca pedí trabajo a nadie. Mi realidad no es la misma que la de una mujer en una multinacional, donde principalmente escalan los hombres y las mujeres tienen menos lugar. Además está todo el tema de la carga familiar y depender de que alguien te elija. La ventaja del hombre es que se hace mucho menos cargo de la vida familiar. Ante cualquier problema la mujer responde, se ve afectada y afecta su trabajo. De todos modos eso está cambiando, la juventud de hoy es diferente, las mujeres son diferentes. 

Yo tengo 4 hijos, no es fácil bancarte la mirada de los otros si te tildan de “mala madre” porque trabajas mucho. A mi nunca me importó, pero sí te querés poner mal, eso pesa. La gente te juzga como no se juzga nunca a los hombres: porque descuida, porque no se ocupa. Yo tenía claridad en lo que buscaba y en lo que hacía. Nunca me funcionó el tema de darlo todo, yo tengo que estar íntegra para poder dar lo mejor. Como mujeres tenemos que permitírnos estar íntegras. Sigue habiendo más conveniencia de los empresarios a tomar más hombres que mujeres porque se deslindan de la carga familiar, pero el tiempo colabora. Aunque yo tuve la suerte de no depender de otro.

Tenemos que hacer lo que queremos, sin que nos pese. Si nos pesa estar al mando de otro, hay que buscar la vuelta para poder hacer una vida en la que estemos contentas con nuestras elecciones.

¿Cómo arranca tu vínculo con Organización Argentina de Mujeres Empresarias?

Yo siempre trabajé como loca, me encanta trabajar y puse mucho el cuerpo. Eso también es difícil, las horas no te alcanzan. A los 40 años, con mi equipo de trabajo conformado, pude salir a mezclarme con los demás que hacen lo mismo que vos. No alcanza con hacer las cosas bien de la puerta de la empresa para adentro, también es necesario el afuera. Primero, los vínculos y redes, compartir con personas que atraviesan los mismos problemas que una. Participar con entidades, que dan la posibilidad de tener una voz y lograr que como organización se escuchen las necesidades y demandas del sector. Una sola no tiene la fuerza que tiene un conjunto. Además se aprende mucho y tomar distancia de tu empresa permite ver cosas nuevas. Yo lo aconsejo.

¿En qué momento da un salto Sonder?

Todo el tiempo. Es una empresa que crece permanentemente, es parejo el crecimiento. Las cosas se fueron dando de manera progresiva. Cuando nos presentaron propuestas de grandes saltos, nunca las tomé. No me interesan los grandes saltos. Tenemos el riesgo muy atomizado. Le hemos hecho remeras a Mc Donalds, ahora estamos trabajando con Unicef y es deslumbrante, pero el cliente único no es algo que me interese. Si se cae el cliente ¿qué hacés?

Si hay algo que hacemos es cuidar los mismos clientes que empezaron vendiendo con un bolso, que después vendieron en el garaje de su casa y que después pusieron un local. No descuidaría jamás a ese cliente porque creo que eso te da la posibilidad de perdurar. Lo otro es negocio. Y nosotros no somos sólo un negocio, somos una industria.

Como creadora de la marca, de la empresa y habiendo gestionado durante tanto tiempo ¿qué marca personal dejas?

Que el trabajo hay que disfrutarlo, porque mientras se trabaje se vive. Y si no logramos ser felices estamos perdiendo el tiempo. Sonder es también la búsqueda de pasarla bien acá adentro, a tal punto que mis hijos dicen que yo no trabajo porque la paso bomba (risas). Cuando estás bien, cuando te bancas con el de al lado, las cosas salen mejor. No hacemos las cosas sólo por dinero, el dinero es un sustento para que las cosas sucedan. En Sonder estamos orgullosos de nosotros. Hay que valorarse.

Además, valoramos el carácter nacional: somos argentinos. Comprando materias primas nacionales y generando dinero que se queda en el país. Somos muy cuidadosos de las cosas serias y a largo plazo. Y tenemos paciencia para esperar, después de 27 años de trayectoria. Con el tiempo se van abriendo puertas, pero hay que saber tomar buenas decisiones, con la cabeza fría.

¿Tuviste algún mentor, modelo o personas que te inspiraron?

Uno de mis proveedores me abrió mucho las puertas. Tenían una empresa muy grande, Sedamil, con 3.000 empleados, tenían todos los procesos de costura, fabricaban la tela y hacían la confección entera de colecciones exclusivas de Nike y Adidas. Con el tiempo se quedaron con 500 empleados y cambiaron su modelo de negocios. Igual son una empresa muy fuerte. Esa gente nos vio con potencial, no éramos competidores y nos ayudaron mucho a crecer. Nos enseñaron a trabajar en grande. Necesitaba ese aprendizaje porque no vengo de una familia comercial ni industrial. Fueron, de algún modo, mis padrinos en la actividad. Me guiaron en el área.

Después de los 40 años yo hice un cambio muy grande en mi pensamiento, cambió mi responsabilidad: ahora puedo incidir, aconsejar, pero no puedo más llevarlo siempre para donde yo quiero. Es importantísimo aprender a correrse un poco. La gente se siente diferente, asumen otras responsabilidades.

El empresario además tiene que aprender que no es indispensable y que es posible y necesario que la empresa funcione sin estar presente todo el tiempo. Uno tiene un placer muy grande en el hacer, pero es necesario sumar colaboradores para pasar al escalón que sigue. Es difícil encontrarle el sabor a dirigir y no ejecutar. Cuando estas acostumbrado a hacer, hay que aprender a valorarse y a disfrutar.

En 30 años de trayectoria en la industria nacional ¿qué balance haces?

Muchas personas hacen las cosas pretendiendo que al día siguiente tengan resultado y no es así. Las cosas son a largo plazo. Si se hacen las cosas bien, de manera prolija y responsable, funcionan. Ya sea en cualquier profesión. Uno trabaja con quien puede confiar. Argentina está mal acostumbrada, hace falta cumplir más. Es difícil encontrar trabajadores en quienes se pueda confiar. Haciendo las cosas de manera prolija, uno se destaca porque hay pocos que lo hacen.

Como vivimos en un país que cambia las reglas todo el tiempo, tenés que tratar de entender las reglas que te toquen y fijarte hasta dónde haces porque si vas hacia lo exportador, mientras esté el gobierno que te lo permita, te va a ir bien. Pero hay que gestionar la empresa pensando en que no va a ser sencillo, conociendo la historia de Argentina. Si armas un emporio con la exportación, tenés que tener en cuenta qué vas a hacer el día en que te cierren y manejar otras opciones si no te querés fundir. Es ver a quién le vendes tu alma. Hay cosas que son a corto plazo y hay que vivirlas de esa manera: hay que hacerlas sabiendo que tienen un período. Por eso muchas marcas se funden. Nosotros no es que tuvimos suerte de no fundirnos, sino que aguantamos cuando no había que ganar y sólo había que subsistir.

¿Qué perspectivas ves en Sonder a futuro?

Nosotros nos involucramos mucho con el club y eso me interesa. Me gustaría generar una escuela educativa, que el club sea el formador de seres humanos. Para mi el deporte educa y esa fue mi escuela empresarial. La competencia es lo más movilizador que le puede pasar a una persona y me gusta generar el espacio a los jóvenes para que se inclinen a eso, tengan objetivos, se esfuercen y aprendan las reglas. El club no nos genera una ganancia económica, pero el placer es enorme.

En cuanto al mercado local, el consumo en el último año bajó, van cambiando las formas: la gente gasta menos, compra lo barato y nosotros decidimos poner muchas cosas más en outlet. La tienda vende muchísimo, van cambiando los modos de venta. Nosotros estamos mucho más atentos y tenés que cambiar la receta todo el tiempo. El outlet es una salida y también hicimos licitaciones a provincias que nos compraban en sus secretarías de deporte.

Si este año el consumo en el país mejora, vamos a tener problemas (risas) porque durante este tiempo hicimos crecer un mercado que antes no teníamos y va a ser difícil de atender todo. Pero lo haremos. Yo creo que va a haber un repunte, empieza una nueva etapa porque todo el que empieza hace las cosas distintas que el que terminó. Este año estamos muy preparados para que nos vaya muy bien. Tenemos mucha venta en todo lo que es Santa Fe y alrededores, todo lo que pivotea alrededor de Rosario. Después tenemos un exclusivo en San Juan, en Salta, Jujuy, Tierra del Fuego, Santa Cruz, pero el foco fuerte es Santa Fe, Entre Ríos y Buenos Aires. Además en la zona la logística es más barata.

Pensamos en exportar alguna línea a futuro, aunque no hay nada concreto, pero siempre que exportamos lo hacemos como algo que se cierra y se abre. Nuestros productos están muy comprometidos en el mercado nacional.

¿Qué consejo le podes dar a otras mujeres que comienzan a emprender?

La mujer que tiene hijos, como yo, lo que le aconsejo es que entienda que el marido no es un ayudante. Es el socio del 50 por ciento de la familia. Desde el primer día la familia es de los dos, las tareas y los hijos son de los dos. El embarazo y amamantar pueden generar una mayor demanda a la mujer, pero tiene que saber desligarse, aunque pese. Pero si la mujer quiere hacer su vida, tienen que compartir las responsabilidades. Sino es muy difícil y puede pasar que termines dejando tus cosas de lado. Como mujer es mi consejo. Además, trabajar no significa dejar tu otra vida, familiar y personal de lado. Yo a los 29 años ya tenía a mis cuatro hijos y siempre trabajé muchísimo.

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